domingo, 10 de octubre de 2010

Llueve sin Descanso

No sé por donde empezar; sí por el principio del asunto; o por lo que respecta, a todo lo demás; a todo el entorno que me rodea, a mis mañanas frías, completamente llenas de soledad, en las que las horas pasan bajo el agua que moja, desconsoladamente, para ahogar cada pena en un chorro de sed, y así nadie note el sentimiento infiel que os demuestro... y puede ser totalmente denigrante si así lo creéis, pero solo dejare mostrar mi alma al alba cuando unos brazos fuertes y fieles me rodeen el cuerpo puro y bello, dejándome llevar por los besos que me guíen antes del anochecer, y así, no perder el control del asunto y permanecer fresca como una rosa.

Y el pensar de cada instante, que no es un capricho del amor, sino una razón de poderío hacia lo que respecta a mí, la necesidad de lo anterior narrado, la fuerza que me proporciona el mirar el mundo con los ojos brillantes de alegría, y el motivo por el cual cada despertar puede hacer que sea mas que un simple día vació, como los que me inspiran para escribir ahora mismo.

Sin quererlo, te apoyas en muletas desconocidas, que parecen salidas de una película de ciencia-ficción, aquellas que son más grandes que tu, y por lo cual, no las puedes alcanzar, y cojea, cojeáis juntos sin daros cuenta, pero siempre de manera mutua, siempre devolviéndoos las sonrisas...

Un otoño desconocido, en el que en el punto cumbre, siempre aparece el tormentoso vendaval, que te retuerce, te exprime, te explota, encontrando de lo bueno lo peor que puedes poseer, aquello que a nadie le muestras, aquello a lo que llamamos, defectos...

Y con todo y con eso, me lleno de pesadillas que acaban de manera fácil, con un beso en la mejilla, con una despedida sutil... o con un nuevo empezar como el principio de lo acabado, con una historia que contar... hechos.