martes, 8 de febrero de 2011

Fin del mundo...

Otra vez e vuelto al mismo punto, ya lo sé. Otra vez me encuentro en el punto de salida, en lo que algunos llaman la meta, en ese momento en el que tienes tantos nervios que sonríes por no llorar, en el que todo lo que sientes de verdad se encuentra en las tripas, en la cabeza, y no en la sonrisa que emites a los demás, ciegos, ciegos de mis impulsos.

Que mis vasos sanguíneos, obstruidos de palabras, se mueven por inercia, por simple y pura inercia que me dan las sonrisas de los demás por ser felices, aunque tampoco lo sean. Suena egocéntrico, pero prefiero pensar que no soy la única podrida por dentro, prefiero dedicarme a pensar que todo el mundo sufre lo mismo que yo, que estamos rodeados de propios depresivos existenciales. Puedo ser eso, o por el contrario, tener los típicos días en los que te autodestruyes volviéndote ciega, para no ver nada a tu alrededor, total, para que sirve verlo, si nadie hace nada por continuarlo, solo por destruirlo. Quizás esta no sea la mejor manera de decidir plasmar mi momentaneidad obstruida, pero, perder todo el rumbo que llevaba mi vida, bien organizada y colocada por segundos, es como destrozarle a un crío su mayor obra de arte en construcción. Recolocarla.... el doble de lo debido colocar es lo que tardaré en seguir por el camino correcto.

Si los corazones que se roban, nunca se devuelven, si los corazones desenvueltos no vuelven a envolverse y cobijarse, Si se quedan libres, se pierden, se autodestruyen sin un sitio en el que bombear, si pierden su esperanza, si se quedan limpios por completo, entonces... la persona de la que te le apropiaste, que hace ahora? Supongo que lo mismo que un zapato...

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